Esto es, fué y será un quilombo -la sal de la vida-

"No tengo ningún inconveniente en decírtelo. Primero te lo dije porque tengo lengua, segundo te lo dije porque vivimos en un país independiente, soberano, libre, con libertad de expresión, sin censura, taráráblablablá y tercero porque se me antojó" - Elvira, personaje de China Zorrilla en Esperando la carroza-

Nunca tuve una relación idílica con mis padres y hemos estado separados por mucho tiempo sin hablarnos, pero la distancia a veces hace de enfermera que insiste en curar heridas que cuando estamos cerca, parecen no querer cicatrizar.

En la novela están todos los actores: Los hermanos con los que uno siempre se ha llevado bien desde que tenes memoria y los otros, que por distintos motivos se han alejado -o los invitamos a no participar mas de nuestras vidas-.

Como actriz secundaria, pero no por eso menos importante en el desarrollo del puterio familiar, se encuentra la cuñada, bien llamada "la conchuda de la familia", personaje que carga con toda la furia de la frustración llevando adelante su propia cruzada para desunir lo que ya tan frágilmente se venia haciendo pedazos.



Dado la intervención de ciertos personajes, mi partida de Buenos Aires no fue un "pum" para arriba. Mis viejos se habían ido de vacaciones y no habíamos tenido la oportunidad de charlar sobre ciertos temas que hubiesen estado piolas aclararlos. Soy de esas personas que a veces dicen lo que sienten, pero no lo que piensan y si bien estos meses estuve ensimismado en una clase de Edipo cornudo -un psicólogo a la derecha por favor-, ya me venia dando vueltas la idea de hacer un llamado.

Hablando con mi hermana a quien cariñosamente llamo "La emperatriz del mal" (siendo yo su fiel Padawan), me di cuenta que ya era momento de llamar y volvimos a comunicarnos.

"La emperatriz del mal"

Los viejos afrontan el conflicto de otra manera, no lo intelectualizan ni lo resienten. Distinto pasa con tus hermanos, ellos están curtidos de la misma manera que vos. Personalmente creo que de los padres uno nunca escapa, aún de los peores. Estamos atravesados por ellos y nos marcan, aún en el intento de olvidarlos.

Si tus viejos son nocivos, te pagas un psicólogo o te buscas una pareja que te recuerde algún brote psicótico reconocido en ellos y el drama de la vida sigue su curso natural. Con los hermanos es distinto. Si alguno de ellos te parece un pelotud@, lo mandas a cagar y hasta vivís mas tranquilo si no l@ tenes cerca.

El otro día vi en la casa de un amigo la película "Esperando la carroza", una película argentina hecha con muy poco presupuesto pero que marco un hito en el cine nacional. Es una familia típica de clase media baja, con todos los ingredientes exacerbados que tiene que tener este grotesco criollo: pelea entre cuñadas, odios escondidos esperando ser escupidos ante el primer síntoma de debilidad y lo mejor (?) de la idiosincrasia argentina.  Mas lejos mas cerca de esa realidad creo que todos nos hemos sentido identificados en algo con esta película, por algo tuvo el éxito que tuvo.

Mi vieja ha escrito su propia comedia negra en la familia y de ahí se han desprendido los mas variados culebrones que uno pueda querer en bandeja -y de plata-. Pero toda comedia tiene su ciclo y muchos insisten en quedarse con el papel protagónico, sin saber que cuando los telones se cierran, son los Directores los que deciden el curso del libreto. (perdón si suena muy cifrado este parágrafo)

El éxito de muchas reuniones en mi casa fue contar las anécdotas de mi vieja y muchas veces me han pedido que escriba sobre ella y les puedo asegurar que ese tema merece todo un blog a parte. Pero no me parecía justo nombrarla cuando no estábamos teniendo comunicación alguna. Lo cierto es que me atormentaba el hecho de pensar que en algún momento podría recibir una llamada de Argentina dándome una mala noticia y no poder hacer mas que seguir enojado, pero esta vez conmigo mismo. Si no lo digo lo actúo , es mi personalidad y esta amenaza de no saber si el tiempo estaría siempre a mi favor para poder hablar, hizo que recapacitara en exorcizar ese fantasma.

Ahora hablamos un poco mas seguido y nos hemos pedido perdón mutuamente. Tengo ganas de cargar mi propia mochila con el peso que este dispuesto a ponerle o a sacarle. No estamos como chanchos, no nunca lo estuvimos, pero me siento mejor.  Hay contiendas que nunca dan tregua, algunos pueden recapacitar y ver hacia adelante, otros se quedan jodidos por la propia incapacidad de proyectar.

Si bien este blog es personal, intento no contar historias que sean tan propias que hagan perder el interés. Perdonen este lapsus el día de hoy.